Varela pertenece a la Generación del 50, integrado, entre otros, por Eielson Sologuren y Romualdo; sin embargo ella no se identifica con la poesía de sus coetáneos sino con la generación anterior, la de Westphalen y Moro. Su afinidad con ellos se complementa más cuando entabla relaciones amicales con Beauviour, Sartre, Giacometti y Octavio Paz. Ellos de algún modo mostraron el camino estilístico que Blanca Varela debía seguir: el surrealismo y el existencialismo (auque con ciertas salvedades). Pero Varela no se encajona en una forma sino que se advierten en «su poesía» varios estilos en cada libro publicado, como lo afirma la misma Rocío Silva Santisteban: «(Varela) conecta las obsesiones de sus trabajos anteriores y de su propia trayectoria para, en cada uno de sus libros, plantear una propuesta estética diferente, radical, contradiciéndose a su obra anterior, y por lo tanto, completándola en un audaz juego de antítesis». Mientras que Alfonso de la Torre en una entrevista concedida al programa «Presencia cultural» en TV Perú, opina, haciendo una distinción entre Varela y Vallejo en la forma de tratar el tema y el estilo en sus poema, nos dice que, mientras Vallejo enrostra a Dios, se revela contra él abiertamente; en Varela, en cambio, hay un conflicto distinto. También nos dice que mientras Vallejo da un salto mortal en el uso de metáforas, en Varela no existe eso; ella se despoja del adjetivo y pone el sustantivo junto al verbo en esa especie de soledad de conflicto en el acercamiento de las palabras. Otra diferencia sería que mientras Vallejo sugiere el tema del poema desde el primer verso, en Varela no es así; cada verso suyo es una sorpresa, un golpe a la imaginación, entonces los objetos se hacen vivos. Mientras Vallejo dice de Dios: «Amada, en esta noche tú te has crucificado/sobre los dos maderos curvados de mi beso;/y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,/ y que hay un viernes santo más dulce que ese beso» y, en cambio, Varela nos dice lo siguiente: «Acoso a Dios sobre un muro blanco con un matamoscas» (El libro de barro, 1993). Este último fragmento nos muestra que Varela recrea recursos poéticos más que el surrealismo y el existencialismo, es decir, una filosofía, un mundo, una forma distinta de sentir la realidad.
Aparte de las características mencionadas, en Varela encontramos “la doblez”, propuesta conceptual de Deleuze: «doblez es la continuidad del derecho y del revés, el arte de instaurar esta continuidad de tal modo que el sentido en la superficie se distribuya en los dos lados a la vez». En Varela encontramos esa intención por dar vuelta a lo ya dicho, por buscar en el revés y el derecho lo ignoto y lo nuevo.
En relación al contenido, los poemas de Varela recorren distintos parajes de la vida externa e interna, abstracta y concreta, con mayor énfasis en temas relacionados con la infancia o los recuerdos, como en su primer poemario Ese puerto existe; la maternidad, en el poema Fútbol dedicado a sus hijos; Dios, en el poemario El libro de barro; los animales, en Concierto animal; o la muerte y el cuerpo, en El falso teclado. De manera que su poética es variada, dispersa, rica en imágenes, intensa, a veces hermética y seca; con poemas cortísimos en el primer poemario y prosas poéticas en Valses y otras confesiones (1972) o poemas con versos largos como en el poema Ejercicios Materiales compuesto de 85 versos en el poemario que lleva el mismo titulo. En suma, una gran poeta, digna representante de nuestras letras hispanas.
Edyson A. Quispe.
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