jueves, 10 de mayo de 2007

UNA LECTURA A DILES QUE NO ME MATEN DE JUAN RULFO

Juan Rulfo (1918-1986) es uno de los escritores mexicanos más grandes de la literatura latinoamericana y universal. Sus dos libros, Pedro Páramo y El llano en llamas, representan dos aportes fundamentales a la narrativa contemporánea.
Diles que no me maten, es uno de sus mejores cuentos, que será materia de análisis e interpretación en este artículo.
El conflicto entre Juvencio Nava y don Lupe se dio a raíz de la lucha por la tierra. Los animales de Juvencio constantemente invadían los pastizales de don Lupe. Éste no soportó las molestias y mató un novillo de Juvencio. Juvencio, por su parte, terminó asesinando a don Lupe. A partir de este hecho, Juvencio vivió una pesadilla completa, porque era buscado por tierra y cielo. Toda su vida vivió escapando de los exhortos. Treinta y cinco años después fue capturado por los hombres de un coronel que era hijo de don Lupe. Lo llevaron al pueblo y lo amarraron al horcón para que sea fusilado. Mientras estaba amarrado, Juvencio suplicó a su hijo Justino para que vaya donde el coronel a decir que lo perdonen. Sin embargo, en ausencia del hijo, Juvencio fue fusilado sin apelación. Al regresar, el hijo lo encontró agujereado por las balas. Lo echó encima del burro se lo llevó para sepultarlo.
Un texto narrativo, en este caso, un cuento, siempre está estructurado en secuencias narrativas, es decir, un conjunto de secuencias coherentemente estructuradas forman la historia completa. Estas secuencias obedecen a una unidad y construcción lógica. De ahí que la historia debe tener un punto de arranque y de cierre. Dentro de estos dos puntos transcurren los hechos, que necesariamente deben pasar por un planteamiento del problema, desarrollo, clímax, anticlímax (no siempre se presenta) y resolución. En el cuento en mención advertimos la historia real y la analepsis. Veamos las posibles secuencias:
Historia real
Juvencio Nava, amarrado a un horcón, pide a su hijo Justino que vaya donde el coronel para que le perdone la vida
Analepsis
Juvencio mata a don Lupe a raíz de la lucha por la tierra
Juvencio vive treinta y cinco años escapando constantemente del exhorto

Historia real
Juvencio es atrapado
Juvencio es amarrado al horcón
Juvencio es fusilado (secuencia sugerida)
Justino lleva a su padre difunto sobre el burro para sepultarlo

Los narradores se valen de muchos recursos para contar una historia. Uno de esos recursos son las técnicas narrativas. En este cuento, Rulfo utiliza la historia circular y el monólogo interior. Uno de los logros de Rulfo es, precisamente, la innovación narrativa. Gracias al influjo de Faulkner utiliza múltiples técnicas narrativas en sus obras, como los racontos, flash back, monólogos interiores, contrapuntos… En Diles que no me maten utiliza la técnica de la historia circular: Inicia desde el final, retrocede en el tiempo y vuelve al final, y termina con un desenlace natural. Advertimos también el uso del monólogo interior, cuando Juvencio deja fluir su conciencia. Este discurso nos permite precisar la psicología del protagonista.
El narrador de la historia opta la tercera persona gramatical para contar la historia y toma como punto de referencia a Juvencio, es decir, desde el punto de vista de Juvencio nos narra la historia. Vale señalar que el narrador se ubica en el nivel heterodiegético.
El espacio es el soporte de la historia. El narrador nos presenta varios matices del espacio. Primeramente advertimos un espacio real cuyo elemento sobresaliente es el horcón. Este espacio implica martirio, pena, lamento y muerte. Precisamente, aquí termina la vida martirizada de Juvencio Nava: ¡Llévenselo y amárrenlo un rato, para que padezca, y luego fusílenlo! Para Juvencio Nava este espacio significa una pesadilla, un túnel sin salida, una privación de sus derechos. En vano trata de recuperar la libertad: Ya he pagado, coronel. He pagado muchas veces. Todo me lo quitaron. Me castigaron de muchos modos. (…) No merezco morir así, coronel. Déjame que, al menos, el Señor me perdone. ¡No me mates! ¡Diles que no me maten!
El otro espacio, más amplio, y quizá más importante, es la tierra de don Lupe y la de Juvencio Nava. Este espacio desencadena toda la trama narrativa, porque aquí Juvencio mata a don Lupe, y por ese crimen es fusilado. El narrador, en el discurso, nos configura dos espacios distintos: las tierras de Juvencio y las de don Lupe. El conflicto entre ellos surge a raíz de estas tierras: Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que también siendo su compadre, le negó el pasto para sus animales. Las tierras de don Lupe significan comodidad, mientras que la de Juvencio, miseria. Entonces estaríamos hablando de la dicotomía riqueza/miseria. Esta oposición genera conflicto entre estos dos hombres. Juvencio trata de solucionar este problema matando a don Lupe, sin saber que en toda su vida sería perseguido y por ultimo fusilado como un perro. Este espacio también implica soledad, violencia, fatalidad.
El tiempo es circular en la historia. Los hechos arrancan una mañana cuando Juvencio Nava permanece amarrado al horcón esperando a que lo fusilen. Luego el narrador inserta una analepsis y retrocedemos al tiempo pasado. Esto nos permite conocer las causas del fusilamiento de Juvencio, porque el narrador nos ubica en los momentos en que Juvencio y don Lupe pelean por la tierra. Eso sucede hace treinta y cinco años, contando desde el instante en que Juvencio espera la muerte amarrado al horcón: Esto pasó hace treinta y cinco años, por marzo, porque ya en abril andaba yo en el monte, corriendo del exhorto. Antes de que el narrador nos vuelva a ubicar en los momentos más trágicos de Juvencio (fusilamiento), advertimos, en la categoría de duración, los sumarios y las elipsis. Cuando Juvencio es traído al pueblo, las acciones son escénicas hasta unos minutos del fusilamiento. El hecho mismo del fusilamiento no aparece en el discurso del narrador, es decir, el fusilamiento es una acción sugerida. Ahí advertimos una elipsis implícita que dura unos minutos. La historia termina cuando Justino, el hijo del difunto, se lleva al padre sobre un burro.
Detrás de esta historia está la venganza, el resentimiento del hijo de don Lupe, quien no quiere dejar en paz al asesino de su padre: Esto, con el tiempo, parece olvidarse. Uno trata de olvidarlo. Lo que no se olvida es llegar a saber que el que hizo aquello está aún vivo, alimentando su alma podrida con la ilusión de la vida eterna. Después de treinta cinco años siguen latentes los problemas de los tiempos acaecidos. Ahora el problema no la tierra, sino la interrelación personal, es decir, hay problemas psíquicos. El coronel, hijo de don Lupe, presenta un carácter fuerte y dominante. Es consciente de su poder y sabe que nadie puede burlarse de él: No podría perdonar a ése, aunque no lo conozco: pero el hecho de que se haya puesto en el lugar donde yo sé que está, me da ánimos para acabar con él. No puedo perdonarle que siga viviendo. No debía haber nacido nunca. Es preciso señalar la dicotomía fuerte/débil, dominante/dominado, poder/subordinación. Esto nos permite señalar que los débiles (social, cultural y económicamente) están en constante lucha con los hombres que tienen poder. Para aquéllos no hay justicia, aunque la consiguieran con sus propias manos, siempre los poderosos los aplastarán.
Para terminar este esbozo de análisis e interpretación, debemos señalar que Rulfo nos presenta un cuento que plasma los problemas más originales del hombre: la lucha por la supervivencia, la defensa de la tierra (un lugar para vivir) y de la vida. También nos muestra la violencia que siembran los que tienen poder cuando asumen sus cargos contra los débiles y desamparados.

Bibliografía
· Barthes, R. (1966). Introducción al análisis estructural del relato. Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.
· Blanco, D, y Bueno, R. (s/f). Metodología del análisis semiótico. Lima: Universidad de Lima.
· Centeno, B. (2003). El imaginario de la palabra. Puno: Editorial Universitaria-UNA
· Dijk, T. A. van y otros. (1999). Pragmática de la comunicación literaria. Madrid: Arco / Libros, S. L.
· Garrido Domínguez, A. (1996). El texto narrativo. Madrid: Editorial Síntesis S. A.
· Genette, G. (1989). Discurso del relato, en Figuras III. Barcelona: Lumen, págs. 75 – 327, en www.josemsegura.com
· Huamán, M. Á. y otros. (2003). Lecturas de teoría literaria II. Lima: Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
· Rulfo, J. (2002). Pedro Páramo / El llano en llamas. Lima: Ediciones Peisa.
· Sadurní, T. I. (2003). Teoría del relato breve: el ejemplo mexicano. Madrid: Memoria presentada para optar al grado de doctor a la Universidad Complutense de Madrid.
· Wellek, R. y Warren, A. (1966). Teoría literaria. Madrid: Editorial Gredos.

BLANCA VARELA: APUNTES SOBRE UNA AUSENCIA

Blanca Varela es una de las poetas peruanas de mayor renombre internacional con tan solo siete u ocho textos de poesía publicados en diversas editoriales nacionales y foráneas. Sin embargo, a pesar de todo, en Puno como en España se comentó poco sobre ella, cuando el 11 de octubre del año pasado se supo que se alzó con el triunfo del premio Federico García Lorca, de Granada (España) al que hasta hoy no pudo asistir y recogerlo, debido al delicado estado de salud por el que atraviesa gracias a una trombosis que la afecta desde hace varios años. Por esa razón, este 10 de mayo, el hijo de Varela, Vicente de Szyszlo, será el encargado de recoger el premio durante la clausura del Festival de Poesía de Granada, realizado en nombre de la autora de Canto Villano. Este evento, sin duda, permitirá que el público Europeo, y en especial, el español, conozca y se interese por la poesía de Blanca Varela, aún poco difundida en esos lares por tener solamente dos publicaciones. Nuestra única motivación en el presente artículo es mostrar una visión general de su producción poética, así como la difusión de su poesía.
Varela pertenece a la Generación del 50, integrado, entre otros, por Eielson Sologuren y Romualdo; sin embargo ella no se identifica con la poesía de sus coetáneos sino con la generación anterior, la de Westphalen y Moro. Su afinidad con ellos se complementa más cuando entabla relaciones amicales con Beauviour, Sartre, Giacometti y Octavio Paz. Ellos de algún modo mostraron el camino estilístico que Blanca Varela debía seguir: el surrealismo y el existencialismo (auque con ciertas salvedades). Pero Varela no se encajona en una forma sino que se advierten en «su poesía» varios estilos en cada libro publicado, como lo afirma la misma Rocío Silva Santisteban: «(Varela) conecta las obsesiones de sus trabajos anteriores y de su propia trayectoria para, en cada uno de sus libros, plantear una propuesta estética diferente, radical, contradiciéndose a su obra anterior, y por lo tanto, completándola en un audaz juego de antítesis». Mientras que Alfonso de la Torre en una entrevista concedida al programa «Presencia cultural» en TV Perú, opina, haciendo una distinción entre Varela y Vallejo en la forma de tratar el tema y el estilo en sus poema, nos dice que, mientras Vallejo enrostra a Dios, se revela contra él abiertamente; en Varela, en cambio, hay un conflicto distinto. También nos dice que mientras Vallejo da un salto mortal en el uso de metáforas, en Varela no existe eso; ella se despoja del adjetivo y pone el sustantivo junto al verbo en esa especie de soledad de conflicto en el acercamiento de las palabras. Otra diferencia sería que mientras Vallejo sugiere el tema del poema desde el primer verso, en Varela no es así; cada verso suyo es una sorpresa, un golpe a la imaginación, entonces los objetos se hacen vivos. Mientras Vallejo dice de Dios: «Amada, en esta noche tú te has crucificado/sobre los dos maderos curvados de mi beso;/y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,/ y que hay un viernes santo más dulce que ese beso» y, en cambio, Varela nos dice lo siguiente: «Acoso a Dios sobre un muro blanco con un matamoscas» (El libro de barro, 1993). Este último fragmento nos muestra que Varela recrea recursos poéticos más que el surrealismo y el existencialismo, es decir, una filosofía, un mundo, una forma distinta de sentir la realidad.

Aparte de las características mencionadas, en Varela encontramos “la doblez”, propuesta conceptual de Deleuze: «doblez es la continuidad del derecho y del revés, el arte de instaurar esta continuidad de tal modo que el sentido en la superficie se distribuya en los dos lados a la vez». En Varela encontramos esa intención por dar vuelta a lo ya dicho, por buscar en el revés y el derecho lo ignoto y lo nuevo.
En relación al contenido, los poemas de Varela recorren distintos parajes de la vida externa e interna, abstracta y concreta, con mayor énfasis en temas relacionados con la infancia o los recuerdos, como en su primer poemario Ese puerto existe; la maternidad, en el poema Fútbol dedicado a sus hijos; Dios, en el poemario El libro de barro; los animales, en Concierto animal; o la muerte y el cuerpo, en El falso teclado. De manera que su poética es variada, dispersa, rica en imágenes, intensa, a veces hermética y seca; con poemas cortísimos en el primer poemario y prosas poéticas en Valses y otras confesiones (1972) o poemas con versos largos como en el poema Ejercicios Materiales compuesto de 85 versos en el poemario que lleva el mismo titulo. En suma, una gran poeta, digna representante de nuestras letras hispanas.
Edyson A. Quispe.